La potencia de Roma estaba basada en el Ejército. Los Legionarios eran soldados que tomaban la vida militar durante 20-25 años al final de los cuales tenían algunos beneficios: dinero o terrenos y la cosa más importante, la ciudanía Romana. Ser ciudadano Romano significaba tener prestigio, respeto, no pagar impuestos (los altísimos impuestos eran pagados por los habitantes de las provincias) y poder seguir una carrera civil o política a cualquier nivel, también Senador, cosa imposible para un “no ciudadano”.
Durante las guerras los oficiales comían con los soldados en los campos de batalla con quienes dividían todos los inconvenientes. Esto favorecía un gran espíritu físico, que unido a la posibilidad de repartirse el “botín” de las tierras conquistadas daban una fuerza al límite del fanatismo. Si los oficiales no eran bien vistos por los soldados, venían removidos de sus puestos antes que éstos últimos se amotinaran y los asesinaran como comunmente sucedía.
El equipamiento del legionario consistía en:
un chaleco de metal que podía ser endosado solo con la ayuda de otra persona, un cinturón llamado “cingulum” que tenía algunas tiras de cuero decoradas con adornos metálicos que durante la marcha emitían un ruido que contribuía a aterrorizar al enemigo, sandalias llamadas “caligae” con las suelas clavadas especialmente estudiadas para permitir las largas marchas, la famosa espada corta colocada en el costado derecho llamada “destrum”, un puñal con doble filo del lado izquierdo llamado “pugio”, una lanza que posteriormente fue sustituída por una jabalina llamada “pilum” que tenía como característica perforar las armaduras adversarias, un casco sin las famosas crestas para los legionarios y con las crestas para los centuriones (a la cabeza de 100 legionarios) o por los oficiales, de modo de ser reconocidos durante las batallas por los propios soldados, un escudo de madera reforzado con metal, una mochila, una pala, un pico, una sartén y una cantimplora del peso total de 40 kg.
Los legionarios con todo el equipamiento soportaban marchas de 30 km. por día.

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