Así como los Griegos, los Romanos veneraban diversas divinidades,
pero en modo diverso. Los segundos lo hacían por utilidad y no
a fin poético. Las ofertas siempre tenían una finalidad,
desde el más humilde hasta el más noble e importante. Creían
firmemente que el alma del defunto sobreviviría y que se despertase
sobre ellos ayudándolos en los momentos de necesidad. De ese modo
veneraban a sus difuntos considerándolos como divinidades protectoras
de sus casas.
Eran tanto así respetuosos de los deseos de los dioses que no emprendían
ninguna cosa importante sin consultarlos. Así se tomaba en cuenta
el vuelo de los pájaros, si los pollos sagrados comían o
no el alimento ofrecido, se analizaban las entrañas de los animales
muertos, todo a fin de conocer la voluntad de los dioses. Naturalmente
no faltaban los embusteros. Algunos Emperadores interpretaban las segnales
a propio gusto, o bien repetían las pruebas hasta que éstas
no daban éxito favorable. Emprender una batalla contra la opinión
de los dioses podía establecer la diferencia entre la victoria
y la derrota. Las otras religiones eran toleradas a tal punto que a menudo
un Romano veneraba una divinidad extranjera . Tema a parte con respecto
a la religión Cristiana. Sus seguidores no participaban de la vida
social de los otros ciudadanos y se rehusaban de venerar al Emperador.
Por estos motivos se tenían muchas dudas sobre la lealtad de estos
súbditos. Con estas premesas se llegó bien pronto a la persecución.
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